La historia de Luz Amanda Pallares, conocida en el ELN como alias Silvana Guerrero, es tan compleja como el conflicto armado colombiano. Nacida en Teorama, Norte de Santander, su vida comenzó como la de muchas mujeres en la Colombia rural, marcada por la educación como herramienta de cambio. Formada en Educación Básica y con una especialización, Pallares fue docente y también ocupó un cargo en la Personería Municipal.
Sin embargo, a los 30 años su vida dio un giro radical al ingresar al Ejército de Liberación Nacional (ELN), uno de los grupos armados más antiguos del continente. Su ascenso dentro de la estructura insurgente fue rápido y significativo. Llegó a convertirse en una de las principales jefas del Frente de Guerra Nororiental, una de las estructuras más activas del grupo armado.
En 2017, su nombre sonó en el contexto de los diálogos de paz en Quito entre el ELN y el gobierno de Juan Manuel Santos. Allí, Pallares lideró temas de género y sostuvo encuentros con organizaciones sociales, mostrando un rostro menos conocido del conflicto, el de las mujeres que han desempeñado roles de liderazgo en estructuras insurgentes.
Pero su trayectoria también está marcada por hechos oscuros. Tras el atentado contra la Escuela de Cadetes General Santander en 2019, en el que murieron 22 personas, la Fiscalía emitió una orden de captura en su contra. El Estado ofrece una recompensa de $1.640 millones por información que permita su captura.
El caso de Luz Amanda Pallares es un espejo de las contradicciones de Colombia, una mujer formada para educar, que terminó empuñando ideas y armas en nombre de una lucha que el país aún no logra resolver del todo. Su historia invita a reflexionar sobre los caminos que llevan a alguien de las aulas a la insurgencia, y sobre las deudas históricas que siguen alimentando los ciclos de violencia en los territorios más olvidados.

