Al parecer, en el gabinete del presidente Gustavo Petro hay una nueva métrica de éxito: el número de visas canceladas por el gobierno de Estados Unidos. El ministro de la Igualdad, Juan Carlos Florián, se sumó al exclusivo club de funcionarios que ya no podrán pasear por los outlets de Miami ni asistir a cumbres diplomáticas en Washington.
Con tono triunfal, Florián anunció la noticia por su cuenta de X (antes Twitter), como quien celebra un logro profesional:
«Soy otra más de las personas del gabinete ministerial de Colombia a quien le fue cancelada la visa para viajar a los Estados Unidos. Nadie me quita el orgullo de haber presenciado en vivo el histórico y apoteósico discurso de mi presidente Petro ante la ONU. ¡Lero, lero! #PetroLiderMundial»
Sí, leyó bien: “¡Lero, lero!” Porque nada dice «madurez diplomática» como un berrinche digital acompañado de una expresión que solía usarse en el recreo de primaria.
Con esta, ya van varias cancelaciones de visas a altos funcionarios del Gobierno. Mientras algunos se preguntan si hay razones legales, políticas o diplomáticas detrás de estas decisiones, desde Casa de Nariño parecen haber encontrado un nuevo símbolo de resistencia imperialista: que el Tío Sam te cierre la puerta en la cara.
La visa parece haberse vuelto el nuevo test de lealtad al petrismo. ¿No puedes entrar a EE.UU.? Felicitaciones, ya puedes considerarte parte del núcleo duro del cambio. ¿Aún tienes visa? Cuidado, podrías ser tildado de tibio, neoliberal o, peor aún, tecnócrata.
Pero más allá del sarcasmo y el folclore tuitero, la situación no deja de ser preocupante. En cualquier otra administración, la revocación de visas a funcionarios de alto nivel sería motivo de alarma diplomática y revisión urgente de las relaciones bilaterales. Aquí, en cambio, se convierte en un motivo de celebración patriótica, casi como si la independencia del yugo norteamericano empezara por el consulado en Bogotá.
Mientras tanto, el Ministerio de Igualdad una cartera aún joven y rodeada de polémicas por su presupuesto, funcionamiento y ahora su diplomacia estilo reggaetón sigue sumando titulares, aunque no precisamente por sus logros en materia social.
La pregunta que queda es: ¿cuántas cancelaciones más le caben al gabinete antes de que se convierta en política oficial de Estado?

